Lo recuerdo muy bien. Esa noche no hacia mas que pensar en el, ¿en quién? en el dueño de mi sufrimiento de vida en muerte.
Exactamente no recuerdo desde hace cuanto es mi señor, pero lo recuerdo muy bien.
En esa epoca se nos perseguia y ostigaba a nosotros, los hijos de la noche. No podiamos darnos el tiempo suficiente para podernos satisfacer de alimento sin que nos persiguieran exaustivamente. Era casi igual a la caseria de brujas.
No habia muchos lugares por los cuales escabullirse. La comida escaseaba cada vez mas, era dificil ser un vampiro.
Un determinado dia, a la hora del crepusculo, intentaba buscar en la ciudad una presa la cual no cuasases muchos problemas; desgraciadamente eso no fue posible. Unos cazadores me identificaron y no tuve mas opcion que huir de ahi. No importaba para donde corriese ellos me seguian;cabe notar que por no haber suficiente alimento mis poderes se encontraban demasiado debiles como para enfrentarlos. Corri desesperadamente hasta que encontré una capilla en la cual esconderme; un tanto trillado puesto que se supone que los vampiros no pueden ni ver en pintura las imagenes catolicas, pero no es asi. Los cazadores, no tenian permitido entrar a la iglesia con sus armas, ni aun teniendo esos pensamientos vagos e impuros.
Al entrar a la iglesia, pude ver las imagenes a las cuales los peregrinos dedicaban su fe, ahi mismo aseando el lugar, estaba un joven buen moso; su cabellera castaña, su tes palidesida por falta de luz solar, su cara tan enternecedora y sus ojos tan penetrantes y grises; volteó y con una sonrisa me dijo: -buenas noches tenga ud. señorita- No pude hacer mas que devolverle la sonrisa encantadora, y de pronto me desmaye.
Al despertar, me encontraba en un calabozo adaptado como dormitorio. Miré hacia mi derecha y ahi estaba él, el jove buen moso de la capilla, tenia una copa medio vacía, con sangre, en su mano derecha.
-Sé lo que eres- me dijo con tanta serenidad -No te preocupes. No le diré a nadie que estás aquí- sonrió.
-Pero...¿por qué lo hace?- pregunté con mucha consternación -¿Qué acaso no sabe las consecuencias que trae, ayudar a alguien como yo?- le dije.
-Digamos que...le estoy devolviendo el favor a un amigo- me dijo, sonriendo.
Me terminó de dar lo ultimo que habia de sangre, en la copa.
Me le quedé viendo, y pensé: '¿Cómo a alguien como él pudo haberme salvado?, si es tansolo un niño'. Como sea. Nunca pensé de que le terminaría deviendo la vida a un simple humano. Pero ahora ya no es un humano. Es mi humano, mi AMO.

Cuando lo vi. No pude resistir mi curiosidad. Me intrigaba saber quién era aquel ángel, qué hacia, aquí, fuera de los bellos cielos.
Por primera vez me miró. Supe que nunca podría deshacerme de la imagen de aquel rostro ejemplar.
Me acerqué hacía él. Sé que era un error. Me sentía fuera de mí. Sólo caminaba mecánicamente, sin siquiera pensar en ello.
Tomó mis manos, entre las suyas; estaban frías, pero no me importaba. Yo sentía como si estuvieran vivas. Acarició, con su gélida mejilla, mis manos. Y me miró fijamente.

Las campanadas del reloj, de la torre, sonaron estrepitosamente; casi rompiendo mis tímpanos.
Me jaló, con brutal fuerza hacía él. Me tomó entre sus brazos. Sabía que de alguna manera era mi fin. Había caminado hacía mi propia muerte. Pero ya no importaba. Me abrazó con fuerza. Besó mi rostro. Y por último, mis labios.
El frío infernal, pasó de sus labios a los mío. Recorriendo todo mi cuerpo, hasta hacerme estremecer.
Mi corazón se detuvo. Mi aliento cesó. Y mi vista, se nubló.
Al despertar, ya no era yo. Lo era. Pero de alguna forma había cambiado. No comprendía.
No entendía porqué me sentía extraña. Porqué ya no dormía en la noche. Ni porqué tenía tanta sed. Una arrolladora sed. Insaciable.
Hasta que me volvió a tomar entre sus brazos. Puso sus labios cerca de mi oído. Solo para susurrar aquél horrible secreto.
–Ya no sentirás dolor. Nunca más sentirás cansancio. No envejecerás. No morirás. Y sólo sangre beberás. ¿Por qué? Porque ahora, amada mía, ya no serás una simple humana. No, ya no. Ahora eres… un Vampiro-

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